En 1919 logró un puesto en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Su primer destino, en 1924 fue Harbin, China donde estudio ruso y alemán. Allí se casó con una mujer rusa, de la que se divorció posteriormente, en 1935.
En 1932 fue nombrado Cónsul del ministerio de asuntos exteriores del gobierno de Manchuria. Tomó parte en las negociaciones con la Unión Soviética sobre el ferrocarril de Manchuria. Renuncio a su puesto en protesta por el trato dado por el gobierno japonés a la población local china.
En 1935 regresa a Japón y se casa con Yukiko Kikuchi.
En 1937 se traslada a Helsinki, donde trabaja de traductor para el Departamento de Información del Ministerio de Asuntos Exteriores japonés.
En marzo de 1939, fue enviado a Kaunas, capital de Lituania, para abrir un servicio consular y encargarse él mismo. Kaunas era un punto estratégico entre la Unión Soviética y Alemania. Parte de su labor consistía en informar al gobierno japonés de los movimientos de tropas soviéticas y alemanas. Parece ser que también cooperó con el servicio secreto polaco como parte de un plan de cooperación más grande entre los dos gobiernos
Sugihara apenas se había asentado en su nuevo puesto cuando los ejércitos nazis invadieron Polonia y una ola de refugiados judíos se movilizó hacia Lituania. Consigo llevaban escalofriantes historias acerca de las atrocidades alemanas cometidas con la población judía. Lituania, hasta el momento de la guerra, había sido un enclave relativamente tranquilo y próspero para los judíos, la mayoría de los cuales no habían creído del todo el alcance del plan de exterminio nazi que se estaba llevando a cabo en Polonia. Hugh Thomas, en “Una Historia Inacabada del Mundo” cuenta como los judíos que lograban huir y llegar a Inglaterra contando las monstruosidades que estaban ocurriendo en los campos de concentración, no eran creídos por los aliados.
Los refugiados trataban de explicar que estaban siendo asesinados en masa, pero los judíos de Lituania continuaban con sus vidas normales, ignorando las amenazas. Las cosas comenzaron a cambiar en de junio de 1940, cuando los soviéticos invadieron Lituania. Paralelamente, los alemanas iban aumentando su dominio en el este de Europa. Los soviéticos permitirían a los judíos polacos emigrar fuera de Lituania a través de la Unión Soviética únicamente si disponían de visados.
En ese terrible contexto, el Cónsul japonés Sugihara se convirtió en el centro de un desesperado plan de supervivencia. El destino de miles de familias dependía ahora de su decisión. En julio de 1940, las autoridades soviéticas ordenaron a las embajadas extranjeras que abandonaran Kaunas. Casi todas obedecieron de inmediato. Sugihara, en cambio, logró extender su estadía otras tres semanas. Exceptuando a Jan Zwartendijk, el Cónsul Honorario holandés, Chiune Sugihara era ahora el único cónsul extranjero que quedaba en la capital lituana.
La última oportunidad que les quedaba a los refugiados polacos eran dos colonias de Holanda en el Caribe, las islas de Curaçao y Guyana Holandesa (hoy Surinam). Allí no se exigían condiciones demasiado rigurosas para lograr entrar. El Cónsul holandés había obtenido una autorización para sellar sus pasaportes con permisos de entrada. Pero para llegar a estas islas los refugiados necesitaban atravesar la Unión Soviética, cuyo cónsul accedió a dejarlos pasar bajo una condición: además del permiso de entrada holandés, necesitarían obtener una visa de tránsito del consulado japonés, ya que para llegar a las islas debían atravesar el imperio nipón.
A finales de julio, Chiune Sugihara y su familia amanecieron con una multitud de refugiados polacos reunidos fuera del consulado. Desesperados ante la inminente llegada de los nazis, los refugiados sabían que su única escapatoria pasaba por huir hacia el este, via Japón. Chiune Sugihara se sintió tocado por la urgencia de los refugiados. Sin embargo, no contaba con el permiso oficial de su gobierno para emitir cientos de visas. Las tres veces que Sugihara solicitó autorización para emitir visas, recibió la misma negativa del Ministerio del Exterior en Tokio. El gobierno japonés mantenía una estricta neutralidad respecto a los judíos y solo otorgaba visados cuando se demostraba que había motivos justificados para ello. Discutió entonces la cuestión con su esposa e hijos. Limitado por la obediencia (había sido educado bajo la estricta y tradicional disciplina japonesa), sentía el deber de ayudar al necesitado. Era consciente de que desafiar las órdenes de sus superiores le podrían acarrear el ser despedido y deshonrado. Esto repercutiría en la situación económica y en el honor de su familia. Temió por la vida de su esposa, Yukiko, y por las de sus hijos pero, finalmente, obedeció al mandato de su conciencia: Firmaría los visados sin contar con el permiso de Tokio.
Desde el 31 de julio hasta el 28 de agosto de 1940, Sempo y Yukiko Sugihara pasaron interminables horas escribiendo y firmando visas a mano. Sin detenerse siquiera para comer, Sugihara decidió no perder un solo minuto de tiempo. La gente aguardaba el permiso de tránsito haciendo fila durante el día y la noche. Cientos de postulantes se transformaron en miles. Sugihara trabajaba contra el reloj: sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que lo forzaran a cerrar el consulado y abandonar Lituania. Continuó emitiendo documentos incluso hasta el momento de la partida del tren que lo llevaría desde Kovno hasta Berlín, el 1º de septiembre de 1940. Cuando el tren dejó la estación, le entregó su sello oficial a un refugiado, quien así podría salvar a otros judíos.
Una vez que recibían sus visas, los refugiados no tardaban en trasladarse a Moscú en tren, y de ahí a Vladivostok en el ferrocarril transiberiano. Desde allí, la mayoría continuó hacia Kobe (en donde había una importante comunidad judía), Japón, ciudad en la que se les permitió permanecer por varios meses. Luego fueron enviados a Shangai, China.
Miles de judíos polacos con las visas de Sugihara sobrevivieron bajo la protección del gobierno japonés en Shangai. Alrededor de seis mil refugiados huyeron a Japón, China y otros países en los meses subsiguientes. Habían escapado del Holocausto. El gobierno alemán presionó al japonés para que detuviese o eliminase los judíos huidos, pero éste ultimo gobierno los protegió. En “The Fugu Plan”, un libro publicado en 1930 sobre el plan Fugu, se habla de la posibilidad de que un banquero judío americano de Nueva York, prestase una considerable suma de dinero al gobierno japonés durante la guerra ruso japonesa de 1905. El agradecimiento nipón podría estar detrás de la protección ofrecida.
Al terminar su labor en Lituania, el Ministerio de Asuntos Exteriores decidió posponer una sanción a Sugihara ante la necesidad de sus servicios. Así, fue enviado al consulado general en Praga, en 1941 y posteriormente a Bucarest. Cuando las tropas soviéticas entraron en Rumania, Sugihara y su familia fueron encarcelados. Liberados año y medio más tarde, regresaron a Japón en 1946
En 1947 renunció a su cargo. Oficialmente se trató de una reorganización tras el final de la guerra. Algunas fuentes hablan de que fue obligado a ello por la desobediencia que había cometido. En un principio solo encontró trabajo de media jornada como traductor e intérprete. Se estableció en Fujisawa, preceptura de Kanagawa. Trabajó en una compañía exportadora. Estuvo trabajando en Moscú durante dos décadas. Empleó entonces un seudónimo para evitar que las autoridades soviéticas le reconociesen como uno de los negociadores en el tema del ferrocarril de Manchuria
Jehoshua Nishri, uno de los supervivientes de Lituania logró contactar con él en 1968. Tenía diez años cuando logró salir del país con uno de aquellos visados. Sugihara fue invitado a visitar Israel al año siguiente. Fue galardonado por este país con el Premio Yad Vashem en 1985.
Murió en 1986 en Tokio. Lo que hoy sabemos de su gesta se lo debemos, fundamentalmente, a los testimonios de su esposa y de su hijo mayor, Hiroki. Posteriormente, en 1991, el gobierno japonés informó a su familia, él ya había muerto, de que su cese fue parte de un programa de reestructuración del Ministerio. Hace muy poco, a finales de marzo de 2006, el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés emitió un comunicado en el que explicaba que no había evidencias de sanciones disciplinarias por sus actividades en Lituania)
Existe una calle Sugihara en Kaunas y Vilnius, en Lituania y el asteroide 25893 se llama asteroide Sugihara. Existen, igualmente, un documental sobre las actividades de Sugihara en Lituana y una película realizada por un tal Donahue en 1997 “Visas and Virtue”.
Y en el año 2000, en la ciudad de Yaotsu, en la preceptura de Gifu, se inauguró la Humanity Hill.
Por este último punto es por donde yo he entrado en la historia que acabo de resumir. En uno de mis primeros paseos en bicicleta encontré un parque, con un monumento y un edificio que parecía ser un museo pequeño: La “Humanity Hill”.
Saliendo de Yaoutsu, en una colina desde la que se divisa el pueblo y el río. Un día leí en algún lugar que el monumento y el parque estaban dedicados a un hombre que había salvado a muchos judíos de caer en las garras de los asesinos nazis. Esta es la historia.
Estas fotos fueron tomados en la "Humanity Hill" en abril de 2006
- Casos así consiguen que aún confíes en ciertas personas. Una magnífica historia, gracias por darla a conocer.
- Mi fiel lector, de los pocos que debe haber... o de los pocos que conocen el mecanismo de los comentarios. Después de buscar información descubrí que lo que más me llamaba la atención de la historia era el comportamiento del gobierno japonés. Siempre misterioso, siempre intrigante. Pasan cuarenta años y solo entonces, cuando el tipo recibe reconocimiento internacional, entonces el Ministerio de Asuntos Exteriores dice que no hubo sanción, solo reestructuración.
En fin, Mnemosine, que el mundo es como es, y conocerlo es tarea titánica, como para pretender cambiarlo más allá de nuestro microcósmos de relaciones y vivencias.
Un abrazo
- At 10:13 AM, Rumifilo said…
- Hola Óscar (Schlinder), si lo que te interesa es la actitud ambigua o misteriosa del gobierno Japonés, ya me contarás que piensas del que fue nuestro y solo nuestro por 40 añitos de historia.
El incombustible Generalísimo, parece que instó en los años 60 al diplomático Sanz Briz cónsul en USA a lavar la piel fascista de su gobierno durante la segunda guerra mundial, recomendándole contar sus acciones para salvar judíos y decir que fue algo planeado por Franco, (¿se le había pedido guardar silencio sobre estos hechos hasta que se le ordenase lo contrario?, también guardó silencio sobre su colaborador Perlasca y otros protagonistas… ¿porqué?, en fin así, son los diplomáticos peor que espías y mafiosos…). Todo viene de cuando joven con 32 años era representante en la embajada de España en Budapest durante 1944 y sus acciones permitirían robar más de 5000 judíos húngaros (sefardíes y no) a los trenes de la muerte.
Era importante para Franco a partir de los años 50 ganar simpatías, sobre todo debido a la presión de Israel y judíos como lobby en USA y otros países, los cuales seguían bloqueando la incorporación de España en los circuitos internacionales, por su claro historial de régimen fascista y de simpatías al eje Nazi.
Este pasado hizo que trabajasen en el retoque de la imagen de la dictadura en el exterior y que se empezó a preparar con “un pie en tierra y otro en el estribo”, cuando a finales del 1943, todos los países que querían asomarse y verlo, tenían pruebas irrefutables de la “solución final” nazi. Más aún cuando se vio quienes serían los vencedores.
Parece que España aprovechando y no desautorizando las iniciativas personales de diplomáticos, con leyes previas emitidas en los años 20, a favor de la nacionalidad española de los judíos sefardíes, se dio cobertura con ambigüedad diplomática de uno u otro modo a un número que podría haber sido entre ¿30.000 ó 40.000? judíos sobre todo sefardíes a través de consulados y embajadas españolas, claro según algunas investigaciones solo los judíos sefarditas ejecutados en campos de concentración fueron más de ¿150.000?, y quizás se hubiesen salvado sin esa ambigüedad… y que se sepa documentalmente el gobierno alemán había preguntado ¿qué hacer con ellos? al español, la respuesta fue el silencio oficial (quizás nunca sabremos cuáles fueron los comunicados o decisiones secretas entre gobiernos).
Había pasado igual que con los refugiados republicanos, hubo silencio por respuesta, pero es verdad que después de una visita de Serrano Suñer a Alemania, se empezaron a trasladar a campos de concentración y de la muerte. (¿fue casualidad o limpieza planeada?).
Lo que se puede saber con seguridad es lo que sucedió en algunos casos y lo que nos cuenta la historia fue, que hechos aislados como los de Sempo Sugihara o el diplomático español Sanz Briz (del que no hay película), no fueron la vía de escape a un holocausto, ignorado por el resto de países, con excepciones escasas realizadas por algunos países a dar refugio sistemáticamente a los perseguidos por los nazis.
El caso de Sanz Briz en Hungría, y seguramente el de Sugihara en Lituania, resultó ser una inmersión personal, aplastantemente cruda, vivida en directo, sobre la persecución y guetos en los países ocupados, esto unido a lo que se sabía que sería su destino final, debió significar una presión importante en su íntima moral, pero que no creo que bastase para espolear su acción, más bien intuyo que fueron decisiones desde mi punto de vista encadenadas entre amistades de consulados y acciones de salvamento que iban catalizando una red de solidaridad que a pesar de no ser coordinada, y esto fue más evidente en los países donde había más de una cancillería salvando judíos como ocurrió en Budapest.
Mencionar a diplomáticos loables como Aristides de Sousa Mendes cónsul Portugués en Bordeaux, Feng Shan Ho cónsul Chino en Viena, Raoul Wallenberg secretario Sueco en Budapest, etc. No contrarresta el número de gentes igualmente y teóricamente sanas y no locas, que apoyaron precisamente el contrario la reclusión, trabajos forzados y envío consciente a la muerte.
Resumiendo, según mi opinión y a pesar que salvar una vida es un hecho indiscutible en si mismo, y muchos salvaron miles. Otros tantos igualmente humanos parece que ayudaron a matar millones.
Y la cuestión no es si unos eran psicópatas, enfermos, cobardes o ignorantes y los otros santos, sabios, honrados o héroes. Ser ángel o diablo, es casi la misma cosa…pienso que alas y rabos se esconden en nuestra condición genética.
Sino, ¿Dónde estaban los gobiernos?, ¿Dónde estuvieron durante el holocausto entre hutus y tutsis?, por poner un ejemplo de hace solo 12 años, y ¿dónde están ahora, en otros exterminios controlados?... ¿cuál es la proporción de visados como refugiados y política de defensa a gente que se juega la vida en países con persecuciones o guerra +hambre?, pues la respuesta también la sé, simplemente no están.
Por cierto, hace poco y con nuestros últimos gobiernos democráticos, Ángel Sanz Briz (murió en Roma1980) fue el primer diplomático con sello recuerdo en el 2002, condecoración en la orden de Isabel la Católica (suena a guasa, ya que se le concedió por salvar a los descendientes de algunos judíos expulsados por la citada), y reconocimiento oficial con un busto en el palacio de Santa Cruz, etc., después de ser nombrado “Justo de la humanidad” por Israel en 1991.
Así que atormentados japoneses adoptivos desde mi desautorizada posición de juez, os digo que mal de muchos consuelo de conformistas.
Pues lo dicho, a consolarse con un futuro tan negro como siempre, al menos por las noches.
Abrazos, Rafa At 2:35 AM, said…
Parece que no entendio mi postura. No seré yo quien haga homilías por muertos ajenos. Sólo comentaba que se agradece la molestia de dar a conocer ciertos aspectos.
La historia es una marisma de iniquidades y abusos inflingidos por "personas normales" durante el día a día.
Muy interesante, conocía algo del tema sobre los lavados de cara del regimen (estricto y sin fruta)... y los ataques sitemáticos a la desmemoria (que de eso se trata)
Eduardo